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Un problema singular

¿Se daría cuenta de lo que dijo? ¿Quiso el ministro dar una colleja al juez o una palmadita al pueblo? En realidad eso es lo de menos, como que el Ejecutivo y el Judicial se den o no los dos besos de rigor. Lo más interesante de su versátil frase son las resonancias.

Catalá ha sembrado dudas públicamente sobre la capacidad y condición del magistrado -grupo socialista en la comisión de justicia, dixit-, igual que el magistrado se ha explayado sembrando dudas frente a la barbarie retratada en un documento audiovisual. Hasta aquí tablas. Y probablemente se den la mano en una de esas comisiones improvisadas encargadas de aplacar los ánimos de todos, y todos tan contentos.

No obstante, el problema singular lanzado al aire, casi sin querer, tiene la forma y la extensión de una red tupida y los componentes moleculares de una tela de araña con filtro unidireccional. Esto es así desde que una violación no es una agresión porque no hubo un combate sangriento, y porque a la víctima no se le ocurrió revolverse ostentatoriamente mientras cinco tipos la penetraban física y psicológicamente. ¿En qué estaría pensando? Debería haberse planteado la credibilidad de alto nivel, poner la cara adecuada, medir el aliento entrecortado ¿Cómo iban a creerse lo de la intimidación en esas condiciones? ¿a quién intimidarían cinco energúmenos jaleándose de ser y estar a lo largo de una múltiple y variada penetración?

Intentando responder a estas preguntas me vienen a la mente los números de teléfono contra el maltrato. Es curioso que en lo sexual ese maltrato sea condición sine qua non para que te tomen en serio. Cualquier agresión sexual que se precie debe ser también agresión física, sino se queda en abuso, es decir, lo que hasta ahora era aprovecharse sexualmente de alguien y que entendíamos casi siempre por “tocamiento”.

Perdonen si me pierdo pero no acabo de entenderlo. Es evidente que estamos ante un problema singular, pero señalarlo sin decir nada más, sin dar una explicación, sin decir en qué es singular, vuelve la intervención del ministro irresponsable, y no precisamente por mezclarlo todo, sino por no aclarar nada. El problema singular empieza en el momento en que se pretende construir una víctima de diseño basada en parámetros conceptuales que permiten interpretar la ley, y donde la base de esa interpretación es la imagen que tres jueces se hacen de lo que debe ser una mujer violada como es debido. El juez-inverosímil es sólo la caricatura de esa justicia. A mí me preocupan los demás, los que hacen de esa sentencia una realidad tangible, tolerante con el violador hasta el humor negro, y que deja a todas las mujeres como a la víctima : desorientadas, desprotegidas, y en estado de shock.

Para el agresor potencial, la sentencia marca las pautas de cualquier ataque sexual que pueda sobrevenir, así como el código de conducta de cualquier manada susceptible de formarse en la madrugada. El problema singular -además de plural- es que la sentencia le da a la manada una categoría social en la que insertarse, porque le está acordando un estatus, una protección implícita, que está a dos centímetros de la marca registrada.

 

Covadonga Suárez

 

La sentencia le da a la manada una categoría social en la que insertarse, porque le está acordando un estatus, una protección implícita, que está a dos centímetros de la marca registrada. Clic para tuitear

 

1 comentario en «Un problema singular»

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