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Sumar en la melé

Este fin de semana ha finalizado el Torneo 6 Naciones de rugby con la victoria de Irlanda, se ha publicado una entrevista muy interesante a Alberto Garzón en el diario Público, y una crónica con titular-trampa en El País. Y esta mezcla tiene más sentido del que parece a simple vista.

En un mundo de futboleros quizás lo que más llame la atención del rugby es que todos los jugadores ocupan el campo en horizontal, alineados en una discreta punta de flecha que se desplaza con el balón oval. Este se lleva en la mano y el avance se realiza pasándolo hacia atrás, siempre hacia atrás. Salvo si se utiliza el pie, en ese caso el tiro debe ser preciso, hacer un « sombrero » por encima de los adversarios, correr para situarse por delante de su línea y confiar en un rebote favorable que permita recuperar el balón, salvo si se busca el touch, otra forma de ganar metros y reposicionarse. El oportunismo puede revelarse muy eficaz, pero para ganar los partidos es necesario un durísimo trabajo de fondo, tanto en ataque como en defensa, para a veces avanzar muy poco o nada, a pesar de dejarse la piel en cada centímetro de campo.

Contrariamente a las apariencias, el rugby es un deporte donde existen muchas reglas y muchos matices, por eso el talento es imprescindible para marcar la diferencia. La destreza, la resistencia, la visión de conjunto, y tomar decisiones rápidas son cualidades indispensables. Los jugadores no se detienen jamás a pesar de los encontronazos repetidos y las magulladuras acumuladas, el cuerpo a cuerpo es directo y sin trampas. Nadie finge, y las heridas se curan en la banda mientras el partido continúa. Tampoco se interrumpe el juego para hacer un cambio y aplaudir la individualidad, el rubgy es un auténtico deporte de equipo, complejo, y de una entrega total.

Así, con una Irlanda brillante en la retina, y un equipo de Francia prometedor ante el mundial de septiembre que jugará en casa, se despliega una entrevista a Alberto Garzón. La melé del subconsciente trae a la mente a una izquierda desatada, solidaria pero desunida, desorganizada.

El ministro calma el juego y habla de pluralidad como riqueza y no como arma arrojadiza, que está siendo traducida por muchos como traición y deslealtad. Y lo dice sin citar nombres. Sin embargo, esto puede evocar en algunos el recuerdo de Errejón y su estampida, o el de Alberto Rodríguez y su retorno escaldado. A otros les hará pensar en Pablo Iglesias y sus púlpitos mediáticos, o en Irene Montero y sus duelos parlamentarios. Pero lo cierto es que el zarandeo de base, lo lleva perfectamente el progrerío agitador de las redes con cruzadas machaconas dentro de la propia izquierda, o los ajedrecistas a gran escala con titulares como « Podemos desafía la unidad de la izquierda ».

La mala leche de este titular da por pública la unidad de un proyecto en formación, y que el enemigo a hundir lo encarnan los monolitos de Galapagar, fuertes en defensa como en ataque aunque sea para avanzar unos centímetros o a veces retroceder, como sucede de hecho en los últimos sondeos. Pero están acostumbrados a la adversidad. Se olvidan de que Pablo Iglesias se fue para no irse, y de que quizás Irene Montero sea la mujer más odiada de España -no tanto en número de haters como en intensidad- por encima de violadores y corruptos, y que, aún así, resiste como cariátide al viento. No hay estrategia más errónea que tomarla con leyendas vivas que el sufrimiento ha convertido en auténticos mártires de la llamada democracia plena. Lo que asoma es mucho nerviosismo bipartidista, y mucho esconder lo barrido bajo la alfombra agujereada de la izquierda.

Garzón ha explicado cómo el ensañamiento de las fuerzas reaccionarias ha configurado el modo de ver la política en Podemos y en sus fieles, y ha subrayado el peligro de un pacto en falso para las masas descreídas que se pretende movilizar. En esto debería trabajar Podemos, no hay duda, en calmar el juego de las huestes. Pero en frente, debería explicarse cómo la división de la izquierda conviene a esas fuerzas mediáticas, políticas, judiciales, económicas -para muestra un titular-, cómo sonríen con avaricia a la fuerza poderosa de la aglutinadora Yolanda Díaz, tan capaz de resolver una melé como de marcar un drop por sorpresa.

¿Será ella la discreta punta de flecha ? Es una pena que no suelte prenda. No resulta nada integrador que una gran parte del electorado más fiel no sepa aún por donde respira, dejando así, a la jauría hambrienta la tarea de interpretar sus silencios.

Y así es imposible avanzar. Las heridas deben curarse discretamente, pero los cambios deben hacerse sin interrupciones, las individualidades deben estar al servicio del proyecto, pero la responsabilidad es de todos, como la victoria o la derrota. Y si no, es que no había equipo.

Covadonga Suárez

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