La actuación de Will Smith en la noche de los Oscars ha sido lamentable. De eso no cabe la menor duda. Lo sabe hasta él, que ha pronunciado un discurso dedicado exclusivamente a contextualizar y justificar su acción. Sus lágrimas tampoco tenían el cariz emotivo del que acaba de recibir por primera vez la recompensa más codiciada en el mundo del cine, sino del que tiene los nervios desatados y está viviendo un mal momento.
A pesar de ello, y también es un hecho, en sus disculpas a la Academia se mostraba más avergonzado que arrepentido. Porque qué metedura de pata más grande, perder los papeles de esa manera, delante de todos los compañeros de profesión en una noche como aquella. Y luego está esa imagen de macarra que siempre acompaña al machito de gatillo fácil, aderezada con las berridas desde platea.
El desarrollo de esta historia me recuerda bastante al cabezazo de Zidane a Materazzi en la final de la Copa del Mundo de 2006 que le valió la tarjeta roja, y tuvo una influencia inequívoca en el resultado. Zidane se fue llorando a los vestuarios. ¿El motivo? Tensión, un par de rifirrafes en una noche decisiva, y de pronto grosería del italiano nombrando a la hermana del francés. Cabezazo en el pecho. Expulsión.
En el vídeo de la noche de los Oscars podemos ver al gracioso de Chris Rock haciendo la broma, Will Smith ríe y su mujer pone cara de soportar muy mal el chiste. La cámara vuelve al presentador, y no sabemos qué cambio se opera en la conciencia de Will Smith, pero la siguiente imagen de él es avanzando hacia el presentador para abofetearle. Podemos suponer que, o bien la procesión que iba por dentro afloró como consecuencia de la tensión del instante, o que quizás una rápida mirada a su esposa le hizo comprender el dolor y la impotencia de esta. Pero el resto ya lo conocemos.
Existen personas que pierden la calma en milésimas de segundo cuando se les menta a la madre, o que son capaces de armar bronca en un local público si dicen algo inconveniente a su pareja. La diferencia es que aquí era la noche de los Oscars de Hollywood. El acuerdo tácito es llevar la comedia al extremo en todos los sentidos. Así se ven mandíbulas batientes dignas de un Jim Carrey, en ese histrionismo risueño tan americano, que se acopla en el show riéndole las gracias al chistoso de turno.
La polémica ya no es si Will Smith se ha pasado. Respuesta afirmativa. El tema es por qué se acepta el acoso en los medios, y la burla en la televisión y en las galas disfrazada de humor. Porque, seamos serios, lo de que el amor te hace cometer locuras fue otra torpeza en el discurso del actor que, además, no tiene por qué ser el origen real del arrebato. Lamentablemente ya forma parte de nuestra cultura ver a alguien insultar de manera más o menos artística en un espectáculo o en un estudio de televisión. Y así, reír y aguantar el tipo es sinónimo de tener sentido del humor. Qué gracioso.
Lo terrible es que si el actor no le hubiese arreado al presentador, la gracieta de este último hubiese pasado a engrosar la lista de maldades aceptables en un show. O, cuando menos, hoy no estaría siendo cuestionado con esta intensidad.
Pues bien, volviendo a nuestras terrenales vidas, hablemos de acoso o de bullying a nivel de calle. Cuéntale a un crío que sufre las burlas de otros, que un presentador en una importante gala hace un chiste a costa del aspecto físico de una actriz que pierde el pelo como consecuencia de una enfermedad. Cuéntale que todo el mundo se ríe y que lo ve el planeta entero.
Sin decirle que, un día u otro, con más o menos razón, tenía que pasar lo que pasó.
Covadonga Suárez
Lo terrible es que si el actor no le hubiese arreado al presentador, la gracieta de este último hubiese pasado a engrosar la lista de maldades aceptables en un show. Share on X