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Baltasar, negro sobre blanco

Hasta hace unos 30 años en España éramos casi todos blancos, o más bien de esa raza mestiza que resultó de las múltiples invasiones sufridas a lo largo de la historia. Pero bueno, digamos que éramos más bien claritos en comparación con los pueblos de una gran parte de Africa, por ejemplo. De ahí que en período navideño proliferaran los negros improvisados, y las pieles se oscureciesen a menudo con métodos rudimentarios como el corcho quemado, que ennegrecía rápidamente al rey Baltasar y su cortejo. Esto era así por pura necesidad y falta de recursos, sobre todo en los pueblos y ciudades pequeñas donde solo podía verse algún negro de verdad en verano, o en algún evento cultural o deportivo.

Hay que decir que España no fue un país atractivo para la inmigración hasta finales del siglo XX. Con anterioridad era más bien el español el que buscaba fortuna en el extranjero. Esto hacía que, en período navideño y para recrear la ilusión de la llegada de los Reyes Magos, los negros no fueran reales y se « fabricaran » por imitación. El que hable de tradición, miente : es porque no había negros.

Pero, incluso en aquel entonces, era muy difícil engañar a los niños. Los negros de la cabalgata brillaban de modo extraño y sus rasgos bajo la negrura, eran como los del vecino del tercero. ¿Por qué el embajador Aliatar, a veces de ojos azules y cuello manchado de negro, evitaba la efusividad de los retoños que venían a sentarse sobre sus rodillas ? Pues si antes nos la colaban a duras penas haciendo acopio de inocencia y fe en los mayores, muy difícil es que cuele hoy, época en la que cualquier videojuego que se hayan pedido los niños supera mil veces en realismo a esas cabalgatas, altamente carnavaleras.

La situación actual es bien diferente. La diversidad de las grandes ciudades convierte en obsoleta la elección de tiznar la piel clara para caracterizar al rey Baltasar, sobre todo en una sociedad consciente que se define rápidamente por el respeto o el desprecio al diferente. El problema es que la interpretación racista es la más lógica por su contigüidad con el blackface, producto de la burla y de la estigmatización desde lo alto de una raza que se cree superior.

La (ultra)derecha española, que ha recuperado el orgullo conquistador e imperialista como rasgo patriótico, no podrá convencer a nadie de que no hay en esa burda pintura una mínima reminiscencia de supremacismo heredado de un nostálgico colonialismo, sencillamente porque no se puede recrear una etnia como un ambiente, sin caer en la caricatura y el reduccionismo.

Lo importante es participar y divertirse, dirán otros. Cierto. Y ahí habrá que hacerse otro tipo de preguntas de tipo cultural, clasista, folklórico o kitch. Que la paletada no nos ofenda más que lo justo es algo que parecía vociferar el rey Baltasar, negro de bote y torero de tiros largos, que apareció en Sevilla, un fenómeno que aun escuece los ojos. Ya no es que Baltasar fuera pintado, es que su « disfraz », mezcla de torero circense y Tino Casal, debe contemplarse dentro del conjunto de integrantes de la foto. Y cuando no sabemos si se trata de extras de la prelogía de Star Wars o de fans de Loco Mía, el cabreo se disipa.

La chapuza es tan variada como lo es nuestra sociedad. Menos mal que la ilusión no nos la quita nadie.

Covadonga Suárez

La (ultra)derecha española, que ha recuperado el orgullo conquistador e imperialista como rasgo patriótico, no podrá convencer a nadie de que no hay en esa burda pintura una mínima reminiscencia de supremacismo. Clic para tuitear

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